Elefantes del cielo Por: ricardo tello Cali.- Estamos a mitad de semana. Sí. A media jornada. Para un parapentista en vuelo todos sus días son sabados. Y desde el sábado anterior, en el Valle del Cauca, se han vivido unos cuatro sábados intensos. Pero ya vamos a mitad de semana, y es hora de pensar en los sábados que quedan y cómo va el campeonato. En el voladero colombiano Pie de Chinche, ubicado en el distrito Cerritos, la copa Pie de Chinche es ya una tradición que pinta los cielos de agosto a propósito de la fiesta del vino. Trece años para ser exactos. Y ya vamos a media jornada de la Décimo Tercera copa. Las dos primeras mangas de esta media jornada resultaron espectaculares: el domingo seis de agosto la primera manga exigió un recorrido de 83 kilometros. Y desde el lunes hasta hoy los kilómetros exigidos fueron 96, 65 y 97, respectivamente. Pero la de hoy, la de sábado de media semana, fue naturalmente espectacular. No se si coincidan conmigo o no, pero ver descolgarse un aguacero olímpico en un horizonte ennegrecido, tiene otro nivel. Al inicio del día la manga fue ya decretada como «de un día típico en el Cauca». Lo que nos hacía deducir que qué… Que por Dios bendito qué será qués ques… O tal vez que no sé mismo que qué vaina… Pintaba lluvia y ya se nos advirtió prioridad a la frecuencia de vuelo porque podía suspenderse por mal clima. Ventana abierta, salimos a agradecer lo que nos den. Que no fue mucho al inicio. Los más bizarros metieron pata -aceleraron, como se entiende en la jerga del parapente – a buscar en el Valle, y les fue bien. La generosidad del sitio permite incluso a los rezagados montarse en esas misma térmicas que ya sirvieron a las velas más rápidas. Star point, primer cilindro, segundo cilindro, camino -vuelo, volamos- a un tercero o cuarto cuando en el horizonte, paquidérmica, descomunal, olímpicamente enorme, vagaba la tormenta. Sí. Paquidérmica la nube descolgándose desde la extratósfera misma hasta más abajo del piso. Un par de minutos antes había pinchado -caído con estilo fuera de la compe, como entendería un parapentista. Y desde el piso miraba cómo su lomo se salía de la atmósfera. El torrente caía como miles de pelambres de un abrigo copetudo y gris ratón. Y se movía. De norte a sur repentinamente iluminándose hasta enceguecer con cada rayo. Cada trueno. Como si una enorme cámara fotográfica disparara un flash a la olímpica bestia. Todos los pilotos a tierra. Rayos y centellas. Humedad perfumando el ambiente. Pero ni una sola gota de lluvia. Todo se mojaba solo por donde la paquidérmica bestia de tormenta avanzaba lenta, muy lenta, lentísima por el Valle del Cauca. La decisión de parar la prueba es una medida de seguridad para poner en tierra firme a los pilotos, evitando incidentes innecesarios. Los casi cien parapentes tocaban tierra en medio de barrenas, orejas, orejones y otras estrategias. Y la bestia de agua caminaba lenta por el horizonte. No empequeñecía. Se volvía magnífica mojando los sentidos. Un aguacero a lo Macondo. De estilo garciamarquiano. Aguacero de elefantes. Le agradecemos de que todos los seres estén bien. Reverencia de respeto y le abrimos paso. Se va. Se aleja. Ya mañana será otro sábado. El penúltimo quizá, pero sábado al fin de cuentas.
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